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Mientras el mundo se tambalea al borde de la aniquilación, Dietrich Bonhoeffer se une a un complot mortal para asesinar a Hitler, arriesgando su fe y su destino para salvar a millones de judíos del genocidio. El actor de Niemoeller, August Diehl, interpretó anteriormente a un oficial de la Gestapo de las SS en Inglourious Basterds (2009) y a un ciudadano alemán que se resistió a alistarse en el ejército alemán en A Hidden Life (2019). Dietrich Bonhoeffer: Contra la estupidez no tenemos defensa. Ni las protestas ni la fuerza pueden tocarla. El razonamiento no sirve de nada. Los hechos que contradicen los prejuicios personales simplemente pueden ser descreídos -de hecho, el tonto puede contrarrestarlos criticándolos, y si son innegables, pueden simplemente ser descartados como excepciones triviales. Bien filmada y actuada. Sin embargo, la película dedicó una cantidad excesiva de tiempo al viaje de Bonhoeffer a Nueva York en 1930 y su supuesta fascinación por la música gospel y el jazz. De hecho, sus últimas cartas desde la prisión revelan la influencia duradera de los corales luteranos tradicionales y los himnos de Paul Gerhardt en su teología y su piedad. No se menciona en absoluto su compromiso con Maria von Wedemeyer (dieciocho años menor que él), con quien intercambió docenas de cartas durante su encarcelamiento (1943-1945), y que luego se publicaron como “Cartas de amor desde la celda 92”. Fue la abuela de Maria quien financió el seminario de la Iglesia Confesante en Finkenwalde, donde Bonhoeffer abogó por una especie de “nuevo monacato” para los seminaristas, con corales tradicionales y un rezo ordenado de los salmos. Una trama que tejiera a Maria con el final de la vida de Bonhoeffer habría suscitado algunas preguntas convincentes, como: ¿Por qué comprometerse si el mundo/tu mundo está a punto de terminar? Dicho todo esto, es bueno que se haya producido una película de Bonhoeffer, para llevar su historia de lucha por la verdad a un público más amplio.